jueves, 11 de junio de 2009

SEGUNDA PARTE

Los antiguos del PGLA y el Encuentro de Medellín de 1981

Entretanto, desde 1972, salía cada año una nueva promoción de entre 20 a 25 estudiantes del Programa de Graduados Latino Americanos (PGLA). El éxito del programa iba creciendo y era patente tanto en el número de solicitudes de admisión que se recibían para cada edición como por el grado de satisfacción que la formación recibida y los lazos creados en seis intensos meses de convivencia dejaban en los graduados. El delegado de la primera promoción, Ciro Óscar Oviedo, escribió una carta a Alfonso Nieto al poco tiempo de regresar a su país de origen, en la que resumía los buenos momentos que se llevaba, y terminaba diciendo: “Jamás pensé que volvería con recuerdos tan maravillosos y ese es mi capital ya de vuelta, son arcones repletos de amistad, experiencia, enseñanzas, fe” (1). Desde el principio, pues, la experiencia funcionó satisfactoriamente de tal forma que la Fundación Aktion Adveniat continuó financiando el programa y dejando una gran capacidad de autonomía directiva y de gestión a la Facultad de Ciencias de la Información.

Giras por América Latina

Los métodos de selección de los alumnos exigían el desplazamiento de uno o dos profesores de la Facultad a diversos países de América Latina cada verano con el objeto de entrevistar personalmente a cada uno de los solicitantes. Para la cuarta edición, por ejemplo, que comenzaría en enero de 1975, llegaron un total de 182 solicitudes de 14 países, de los que fueron finalmente admitidos 19 jóvenes profesionales de 8 países (2). Habitualmente se llegaron a recibir más de 300 solicitudes, pero la Comisión de Admisiones realizaba una preselección de unos 120 aproximadamente, basada en criterios de idoneidad de las condiciones profesionales exigidas, que era a quienes se entrevistaba. El entonces vicedecano de la Facultad, Francisco Gómez Antón, pasó, por ejemplo, 56 días de viaje en el verano de 1976 atareado en esos quehaceres. Preguntado acerca del porqué de esas entrevistas, respondió:

“Las entrevistas personales son parte esencial del proceso selectivo. Se trata de que el PGLA proporcione a los participantes la acción profesional. Ello requiere, entre otras cosas, que tengan ya experiencia suficiente, proyectos de interés, y capacidad de realizarlos. Las entrevistas tienen como fin completar la información contenida en las solicitudes” (3).

A esas alturas del programa eran ya más de 120 los profesionales que habían pasado por él y, como constató Gómez Antón, “varios de ellos (quizás seis o siete) son actualmente Decanos de Facultades de Ciencias de la Información”, aunque la mayoría trabajaba en medios de comunicación (4). Otra constatación ya evidente entonces era el interés que tenían los antiguos alumnos por mantener el contacto con la Facultad. Aprovechando ese mismo viaje, Gómez Antón se reunió con muchos de ellos, a quienes se unían también periodistas que habían estudiado en el Instituto de Periodismo. Así lo explicaba:

“América es cordial, y la cordialidad se extremaba en los encuentros hasta un punto difícil de explicar. Por otra parte, los participantes de cada Programa mantienen relaciones entre sí; de manera que me he visto convertido en portador de saludos, abrazos y cartas, de un país a otro” (5).

Se proyecta reunir a los antiguos alumnos del PGLA

Conseguido este ambiente de sintonía entre los graduados y con los profesores, no puede extrañar que en octubre de 1975 ya estuviera pensando la Facultad en organizar un “Encuentro de Antiguos Alumnos del PGLA”, tal como consta en un anexo de tres páginas enviado a Rectorado, donde se especificaban los objetivos, la periodicidad, las características, etc. Podría tener lugar en Bogotá o Medellín hacia el mes de septiembre de 1977. De modo claro se exponía que “la mayor parte de los participantes en el PGLA han manifestado de modo expreso su deseo de no perder contacto con la Facultad de Ciencias de la Información”. Lo más razonable parecía “concebir el encuentro como una reunión científica y profesional”, con ponencias y comunicaciones, lo que a la vez serviría para “mantener vivas las relaciones humanas y la coordinación entre los asistentes” (6).

Poco después se exponía otra idea complementaria que iba en la misma dirección del mantenimiento de las relaciones con los graduados del PGLA y de la formación continua: desarrollar, durante los viajes del verano, “un Seminario de cinco días lectivos de duración, que se repetiría en cinco ciudades de Latinoamérica” (7). Se añadía que Adveniat había mostrado su interés y podría financiarlo. Esta idea fue recogida también, tres meses después, por el Plan de Necesidades con unas interesantes reflexiones de partida:

“Sería una lástima que todo el esfuerzo desplegado para traer aquí a un par de centenares de periodistas latinoamericanos se diluyera, como ocurre casi inevitablemente cuando no existe una labor que asegure la continuidad de los contactos (…)
(…) Uno de sus objetivos principales sería poner a trabajar, en torno a temas importantes, a los mejores ex alumnos, relacionados entre sí y con la Facultad: sin tardar mucho constituirían de hecho un grupo multinacional interesante” (8).


Vitalidad y utilidad del Programa

Todas estas propuestas eran, en todo caso, un signo evidente de la vitalidad y utilidad del programa, que dirigiría José Tallón durante los siete primeros años y Francisco Gómez Antón desde 1979 (9). Otro de los frutos tangibles era el rápido ascenso profesional que buena parte de los graduados experimentaba al poco tiempo de regresar, lo cual reforzaba el prestigio del PGLA en los medios de comunicación del continente americano. En uno de los actos inaugurales del programa, el propio Gómez Antón efectuó un “recuento” de los logros profesionales alcanzados por los egresados: “una emisora de radio, dos agencias de noticias, dos productoras de TV, dos empresas editoriales, un estudio de diseño gráfico, la publicación de varios libros, la remodelación profunda de diversos centros universitarios y la reestructuración de algunas empresas periodísticas” (10).

Sin embargo, como ha recordado Gómez Antón, “lo que más llamaba la atención era la permanencia de sus vínculos afectivos (y efectivos) con la Facultad”, y así, “gran parte de los ex alumnos seguían en contacto con ella, colaboraban con ella como podían, volvían en cuanto tenían oportunidad de hacerlo… y se volcaban atendiendo en sus países a los profesores del Programa” (11). Narrando uno de sus viajes para entrevistar a candidatos a cursar el PGLA en el verano de 1979, Gómez Antón señaló un dato revelador: “Estaban en las ciudades por las que pasé 120 de los graduados del PGLA, y acudieron a las reuniones 112 de ellos, lo que constituye todo un récord” (12). Aunque todo esto no se conseguía por arte de birlibirloque, y por tanto era un aspecto que exigía trabajo, constancia y tenacidad por parte del equipo directivo y profesores del PGLA, también es cierto que se explicaba desde el primer día, según recuerda Gómez Antón: “Cuando los alumnos llegaban a la Facultad, se les aclaraba que el PGLA se desarrollaría en dos fases: la primera, en Pamplona durante seis meses escasos; la segunda, donde cada cual estuviera el resto de su vida” (13).

Establecimiento de Delegaciones territoriales

Con el paso de los años se fueron estableciendo Delegaciones territoriales por los distintos países de América Latina, capitaneadas por tres o cuatro ex alumnos que establecían la conexión con la Facultad y con el resto de graduados del país. Entre sus misiones figuraban: mantener al día las direcciones y demás datos de localización de los antiguos; enviar noticias a Pamplona, donde se elaboraba una Carta Circular cada tres o cuatro meses; convocar a las tertulias radiofónicas que comenzaron a celebrarse en diciembre de 1979 mediante frecuencias de radioaficionados; hacer llegar documentos e información sobre viajes, congresos, bolsas de trabajo, etc.; seleccionar colaboradores para los trabajos de investigación comparados que comenzaron a realizarse en los años ochenta; promover solicitudes de asesoramiento profesional a la Facultad por parte de empresas de comunicación o instituciones académicas de sus países; promover candidatos de valía para las distintas ediciones del programa; y organizar cada cuatro años un Encuentro Internacional del PGLA (14).

La Carta Circular

El origen de la Carta Circular se remonta a 1977. Al regreso de su viaje por América, el profesor Gómez Antón, en la imposibilidad de contestar a todas las cartas que le llegaban de los antiguos alumnos del PGLA, decidió preparar “una circular en la que conté a todos lo que me parecía más interesante de todos los demás”, con una extensión variable pero de un modo sencillo: una veintena aproximada de folios escritos a máquina con espacio simple (15). Material había más que suficiente porque, a la altura de 1985, solía recibir unas treinta cartas al mes (16). La primera salió con fecha 21 de noviembre de 1977. Por su parte, la tertulia radiofónica surgió en 1979 con la colaboración técnica de un radioaficionado argentino, Jorge Adino de Bernardo. A través de una de las cartas circulares, Gómez Antón pidió a todos que se pusieran en contacto con un radioaficionado de su ciudad y enviaran su “indicativo”; de esta forma desde Pamplona se enviaron a todos los indicativos de los demás, “y el 15 de diciembre, sábado, de 9 a 12 de la tarde (hora española) intentaremos mantener por radio una tertulia internacional” (17). El experimentó funcionó y “fue fácil organizar una red panamericana de radioaficionados colaboradores del PGLA, en cuyas casas se reunían los ex alumnos cuando salíamos al aire” (18), que era cada tres o cuatro meses aproximadamente. No se trataba tanto de intercambiar información, cosa que ya se hacía a través de las Cartas Circulares, sino –en palabras de su artífice intelectual, Gómez Antón– “una secuencia de alborozos con todos los acentos del habla americana” (19), un instrumento eficaz de cohesión entre los graduados de distintas promociones.

El Encuentro de Medellín en 1981

El montaje de mayor calibre fue, sin duda, el primer Encuentro de Antiguos Alumnos del PGLA, que se celebró en Medellín (Colombia) del 13 al 16 de julio de 1981. La idea venía ya de seis años atrás y finalmente se pudo concretar gracias a la capacidad de gestión de las diez graduadas del programa que trabajaban en aquella ciudad, quienes se erigieron en Comité Organizador y obtuvieron los recursos necesarios para su desarrollo, al que también prestó su colaboración económica la Fundación Adveniat, dirigida desde 1977 por monseñor Emil Stehle, que había sustituido al Dr. Hoffacker. A este esfuerzo hubo que añadir el de los participantes de toda América para sufragar sus gastos de desplazamiento.

El Jardín Botánico de la ciudad fue el incomparable marco elegido para acoger al centenar de asistentes, y fueron invitados como ponentes los profesores Soria, Gómez Antón, Brajnovic, Urabayen, Casado y López-Escobar, que trataron diversos aspectos relacionados con la ética de la profesión periodística (20). Por parte de Adveniat asistió su Secretaria General, Elisabeth Prégadier, que pronunció unas palabras en la sesión inaugural. También acudió el arzobispo de Medellín y presidente del CELAM (Conferencia Episcopal Latino Americana), monseñor Alfonso López Trujillo.

En un informe-resumen elevado a Rectorado poco después, se señalaron dos aspectos como los resultados más destacados. El primero de ellos, de orden más tangible, fue el establecimiento de “un proyecto para analizar los medios de difusión de Latinoamérica y su posible conexión con el desarrollo integral de los países latinoamericanos”: una iniciativa que un año después recibiría la aprobación financiera por parte de una fundación norteamericana. El segundo de ellos, de gran valor intangible, se describía así:

“Pero quizás el resultado más importante de la reunión ha sido, como ha dicho El Heraldo de México, el comprobar que ‘esta vía de ayuda a los pueblos americanos ha sido todo un éxito’, y que la formación recibida por los profesionales de la información que han tomado parte en el Programa para Graduados Latinoamericanos ‘está produciendo el efecto multiplicador deseado por Adveniat cuando promovió este curso’. Así lo perciben los doscientos once ex becarios, como lo muestran sus respuestas a una encuesta reciente: el 81% de los que tomaron parte en el PGLA consideran que el Programa ha sido de ‘muchísima utilidad desde el punto de vista profesional, y el 95% lo consideran ‘muy valioso’ para su enriquecimiento humano y su madurez personal” (21).

Los siguientes dos Encuentros de exalumnos

El éxito de esta primera convocatoria alentó la celebración de otros Encuentros en Viña del Mar (Chile) en 1985, y Buenos Aires (Argentina) en 1988. En 1985 ya eran unos treinta los chilenos que habían pasado por las aulas pamplonesas del PGLA, y María José Lecaros e Isabel Seguel capitanearon el equipo organizador, que “incluyó” en el programa un terremoto de 6 grados en la escala Richter durante la última noche, que no tuvo importantes consecuencias salvo la de evacuar todo el hotel “en el jardín, con los asistentes en traje de noche… celebrando el incidente” (22). Unos 250 asistentes, es decir, la gran mayoría de los egresados del programa, concurrieron allí y trabajaron y discutieron sobre temas de ética de la profesión a raíz de las ponencias de los profesores Nieto, Soria, Giner y Desantes.

En noviembre de 1985, Gómez Antón redactó un documento interno, titulado “Plan de Desarrollo del PGLA”. Estimaba su autor que, tras el Encuentro en Viña del Mar, convenía prestar una especial atención al desarrollo de una serie de operaciones que denominaba “de segunda fase”. Ya se estaban consolidando los Comités locales, considerados como “piezas clave de enlace con los graduados y de impulsión o apoyo en todo tipo de actividades”; pero ahora las prioridades iban hacia operaciones que “podían ser variadísimas: Encuentros Internacionales, Seminarios, conferencias en América, asesoramientos, investigaciones para publicación, difusión de las publicaciones de la Facultad, etc.”. Todo ello debía ir acompañado de “una buena organización del equipo directivo”, en el que entonces figuraban también los profesores Esteban López-Escobar, Miguel Urabayen y Aires Vaz (23).

El siguiente Encuentro de Antiguos Alumnos del PGLA tuvo lugar en Buenos Aires del 15 al 18 de septiembre de 1988. Daniel Díez y Guillermo D’Aiello, con la experiencia acumulada de los anteriores eventos, organizaron en pleno corazón de la capital argentina un Encuentro que fue declarado de interés nacional y municipal. Contó con gran presencia de autoridades, entre ellos el entonces presidente argentino Raúl Alfonsín, que lo inauguró en un acto que fue retransmitido por televisión en directo a la nación. Asistieron más de ochocientos profesionales de toda América, pues se abrió también a los no graduados del PGLA (24). Los organizadores del evento llegaron a publicar un periódico de ocho páginas, de distribución gratuita, con un amplio resumen informativo de las sesiones celebradas. En su presentación describían, de forma sumaria, el ambiente que se respiró:

“La respuesta obtenida superó las más optimistas expectativas: desde el Presidente de la Nación hasta el estudiantado en pleno de las carreras relacionadas con el área, pasando por destacados empresarios, funcionarios y periodistas, no fallaron a la cita y dieron un marco prestigioso, multitudinario y heterogéneo, pocas veces logrado en reuniones de este tipo” (25).

La etapa de desarrollo y madurez del Programa

La llegada a esta etapa de desarrollo y madurez del programa hizo posible que a partir de 1983 se iniciaran, con la ayuda de la Tinker Foundation norteamericana, un plan trienal de investigaciones sobre diversos aspectos de la información en América Latina. La idea había surgido del Encuentro de Medellín (26). La aprobación de la concesión de esas subvenciones llegó a finales de 1982: el 30 de diciembre, el decano Carlos Soria recibió una carta de la Fundación mediante la que se le comunicaba la asignación anual de 25.000 dólares por tres años “in support of the Project entitled A Comparative Análisis of the Mass Media in Latin America as described in the affidavit dated November 19, 1982” (27).

La red de colaboradores del PGLA, que ya estaba sobre aviso, se puso en funcionamiento para llevar a cabo dicho proyecto. En las páginas de Redacción se hablaba de “un ambicioso plan de investigación sobre la Información en América Latina, para el análisis comparativo –a escala continental– de asuntos del más variado tipo”; además, se decía que, tras la organización de los diferentes grupos de trabajo, “ya han comenzado a recibirse materiales para la primera de las investigaciones” (28)
.
De puertas adentro, el desarrollo anual de un programa de la envergadura del PGLA significaba un esfuerzo importante de organización, especialmente en lo referido al calendario de clases y actividades. Un documento escrito por Gómez Antón, expresivamente titulado “Procedimiento para realizar el damero maldito”, ponía de relieve, con unos toques de buen humor, la difícil tarea de coordinar a profesores e invitados a lo largo de seis meses. “Con el nombre de ‘damero maldito’ –escribía– conocemos el calendario completo de las sesiones de todo el PGLA”. Tras recomendar que se hiciera en el mes de noviembre, pedía a cada profesor el programa y los materiales que había que entregar a los participantes, aunque luego la cotidiana realidad exigiera tener que lidiar con “ajustes, desajustes y todo tipo de sinsabores”, lógicos por la cantidad de profesores involucrados y de actividades previstas (29).

NOTAS DE PIE DE PÁGINA
1 Carta de Ciro Óscar Oviedo a Alfonso Nieto (25-X-1972). AFCUN.
2 Cfr. Redacción, enero 1975, p. 20.
3 Redacción, marzo 1977, p. 22.
4 Ibid.
5 Ibid.
6 Oficio FCI 4/76 (19-I-1976). AFCUN.
7 Oficio FCI 5/76 (21-I-1976). AFCUN.
8 “Plan de Necesidades. Mayo de 1976…”, p. 27. AFCUN.
9 El decano de la Facultad, Carlos Soria, le comunicó el cambio a monseñor Stehle. Allí le explicaba que José Tallón se trasladaba a Madrid tras ganar la cátedra de Empresa informativa en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Cfr. carta de Carlos Soria a monseñor Stehle
(9-II-1979). AFCUN.
10 Redacción, enero 1982, p. 2.
11 Francisco Gómez Antón, Desmemorias…, p. 201.
12 Redacción, octubre de 1979, p. 19.
13 Francisco Gómez Antón, Desmemorias…, p. 201.
14 Cfr. Ibid., pp. 202-203.
15 Redacción, octubre 1979, p. 19.
16 Cfr. Redacción, noviembre 1985, p. 27.
17 Redacción, octubre 1979, p. 19.
18 Francisco Gómez Antón, Desmemorias…, p. 202.
19 Redacción, noviembre 1985, p. 27.
20 Cfr. Francisco Gómez Antón, Desmemorias…, pp. 203-204; Redacción, enero 1982, p. 32.
21 Oficio FCI 84/81 (27-XI-1981). AFCUN.
22 Ibid., p. 205.
23 “Plan de Desarrollo del PGLA. Noviembre 1985”. AFCUN.
24 Cfr. Redacción, enero 1989, pp. 16-17.
25 El Diario del Tercer Encuentro de Periodistas Latinoamericanos (Buenos Aires), octubre 1988, año 1,nº 1, p. 1: “La información es noticia”. AFCUN.
26 Cfr. Redacción, enero 1982, p. 32.
27 La carta está incluida en la documentación que acompaña al Oficio FCI 28/82-83 (20- I-1983), que comunicaba la concesión de dicha ayuda y el “régimen especial de contabilidad para la justificación de estos fondos”. AFCUN.
28 Redacción, octubre 1982, p. 7.
29 “Procedimiento para realizar el damero maldito”. PGLA (documento sin fecha). AFCUN. El damero maldito era un pasatiempo muy popular que en España fue introducido en 1941 por la revista de humor La Codorniz.

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